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De Aristófanes a Simba

Identificar a los personajes de una obra con algún animal o usar un título zoomorfo es un recurso frecuente en el género dramático. Desde Las avispas, de Aristófanes, hasta el guión, las películas y las adaptaciones para musicales como El rey león, los animales están presentes en el texto como parte de la postura crítica del teatro y como herramienta del dramaturgo para plantear temas controvertidos

El animal como metáfora proyecta generalmente una imagen degradada de la conducta humana, como en El coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes, en el que hace una crítica de la corrupción humana, y habla con crudeza del bien y del mal por medio de la voz de sus dos protagonistas: Berganza y Cipión. Con la humanización de aquél, el dramaturgo genera distancia y se coloca por sobre el resto de los personajes humanos, mirándolos con ironía, como es el caso de Últimas palabras de Copito de Nieve, de Juan Mayorga. En esta fábula, basada en un hecho real, se habla de la identidad y la muerte. A pesar de sus privilegios, este gorila albino, emblema del zoológico de Barcelona, vive en una jaula y debe representar el papel de agradar a los niños para no ser tratado despectivamente como el vecino mono negro. En la obra se habla del zoológico como un símbolo de la sociedad actual, donde “ya no hay rejas” y “todo está muy bien organizado” aunque no haya libertad. Aquí el primate es utilizado como vehículo para revelar vicios humanos y decir verdades incómodas.

En la puesta en escena La mujer que mató a los peces, de Clarice Lispector, la directora y actriz Clarissa Malheiros lleva a niños y adultos el mensaje del respeto a los animales. “Mi corazón es dulce. Nunca dejo a un niño ni a un animal sufrir junto a mí”, dice la protagonista contrariada por la muerte accidental que le causó a los peces que vivían con ella y con sus hijos. A lo largo de la obra los protagonistas hacen un repaso de los seres con quienes han compartido techo, vivencias y cariño. Con un estilo agudo, se expone la repulsión que sentimos hacia algunos animales —“quienes ni siquiera matan para comer”, como las cucarachas— y el deseo de acariciar o proteger a otros.

En una escena de La mujer que mató a los peces se escucha a Liliana Felipe cantar “Yo no como conejos” mientras un conejo narra que se escapó de su jaula al enterarse de que algunos humanos se los comen, e interactuando con el público, pregunta: “¿Ustedes se comerían a sus amigos?”. Al emplear el juego como estrategia para reflexionar sobre nuestras prácticas con los animales se denuncia su uso en laboratorios para productos de consumo, por ejemplo; de cómo los tratamos y de lo importante que es cambiar esta visión desde la infancia.

El teatro permite generar empatía con quienes están en el escenario, ponernos en su lugar y revisar los prejuicios con los que muchas veces actuamos, incluso en nuestro trato hacia otras especies.

@leonoraesquivel  www.AnimaNaturalis.org  

MasCultura 19-Jun-17