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Arte feminista contra la injusticia

Hay quienes pueden suponer que la esfera artística está libre de injusticias hacia su interior, pero, lamentablemente, el campo artístico es tan injusto como lo es el resto de aquellos ámbitos en los que tenemos injerencia los seres humanos en los territorios dominados por lo occidental-global.

En distintos momentos de la historia del arte, hay quienes han imaginado que un arte proclive a la justicia o de denuncia política y social contra la injusticia, podría coadyuvar a la construcción de una realidad mejor, no solamente en la esfera cultural, sino en las demás que están al alcance de la acción humana. La falta de justicia en el campo artístico deriva del carácter de mercancía que los bienes y servicios culturales tienen en el capitalismo. Cuando los procesos de producción, distribución y con- sumo del arte están supeditados al capitalismo, no hay justicia posible, toda vez que este sistema es patriarcal. Y el patriarcado, al ejercer el autoritarismo y la represión, y al imponer el androcentrismo y la heteronormatividad (con su doble moral incorporada), es de suyo injusto. Al arte, entonces, hay que liberarlo de la opresión capitalista patriarcal para así contribuir a la liberación general que tantos utopis- mos han proclamado, y que hasta ahora no ha sido posible conseguir.

En el proceso de despatriarcalización de la cultura artística tiene un papel decisivo el arte feminista dado que, al apartarse de las reglas del patriarcado al interior mismo de su esfera de influencia, lo confronta y lo erosiona. Erika Rascón (Anáhuac, Chihuahua, 1976) comenzó su conjunto de obras-feministas-en-curso u obras procesuales feministas, intitulado Proyecto VIVAS, en el año 2016, utilizando el procedimiento del shoefiti. Dicho procedimiento consiste en escribir en la vía pública la palabra VIVAS –así, con mayúsculas– multiplicada y colgando en los cableados de suministro eléctrico, telefonía, Internet o señal de televisión, en pares de zapatos para mujeres intervenidos (pintados de rosa, con la palabra VIVAS en sus suelas y unidos con largas agujetas).

La vertiente de este proyecto trabajada mediante el shoefiti le permite a Rascón denunciar y contrarrestar el que parezca “normal” que incluso en las prácticas de integrantes de las llamadas tribus urbanas exista machismo, toda vez que entre los cholos chihuahuenses es tradicional colgar zapatos para varones a manera de marcas territoriales, con diversas intenciones (por ejemplo: a quienes ingresan a zonas controladas por pandillas de las que no forman parte se les golpea y sus zapatos son colgados en la frontera correspondiente, a manera de escarnio y de prevención ante posibles invasiones futuras). Con esto, su proyecto artístico deviene glocal, pues implica una solución local para una problemática global, como lo es el predominio del patriarcado en el arte.

Si una de las prácticas del patriarcado es la de invisibilizar todo aquello que no abona a su sobrevivencia, lo que Erika Rascón hace con la parte de su Proyecto VIVAS que corresponde al shoefiti es visibilizar la existencia de un arte decolonial; de uno expandido (no constreñido a los dictados machistas), uno que sea socialmente útil (por democrático), que no esté supeditado a la legitimación externa, sino que sea un arte que proclame su legitimidad; de uno que subvierta los linderos disciplinares (establecidos por el patriarcado). De un arte que sea abierto, que resulte heterogeneizante (ante la homologación del mainstream), solidario, sororario (en alianza comprometida con otras mujeres) y colaborativo (en los procesos de producción, distribución y consumo de VIVAS suelen intervenir varias mujeres), no subalterno, irreverente, no artecentrista (sino atento a requerimientos artísticos y no artísticos), incluyente, activista desde el arte (es decir, artivista) y comunitario, entre otras virtudes. Para colgar los zapatos del Proyecto VIVAS, Rascón toma por asalto la vía pública, con lo que se apropia de ese ámbito en el que ocurre el acoso callejero que las mujeres padecen día con día. Con su obra procesual feminista resuelta por medio del shoefiti denuncia la violencia de género y sus nefastas consecuencias (como el feminicidio). Y lo hace con una proclama vital, que es VIVAS, y nunca desde la autovictimización. Este proyecto es un ejemplo contundente de cómo es factible liberar al arte de la opresión capitalista patriarcal con la finalidad superior de contribuir a la liberación general que es tan indispensable como urgente.

Este texto fue escrito por Carlos-Blas Galindo y publicado en Revista Lee+ número 113. Su formato físico está disponible en todas las Librerías Gandhi de Mexico y la versión digital, la pueden disfrutar aquí: