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Cuentos inéditos: “Anular” de Aura García Junco

II. Esta es la historia falsa

Iba por Vietnam en una misión especial. Con un ejército. Era la Santa generala de todos esos chamacos enclenques que eran mi tropa. Y de repente pum, se escucha un disparo. Luego otro y otro. Nos tiramos al suelo. Caí al lado de Octavio. Sin querer nos abrazamos. Bueno, no tan sin querer. Octavio tiene una carita de niño que me mata de ternura. Yo no me lo quería llevar a la misión, quería decir que estaba incapacitado o algo. No pude. El chiste es que ahí estábamos, abrazados, entre la mugre de la trinchera. Y de repente escucho una voz en un idioma que no entiendo: volteó y ahí mero, arribita de nosotros, un tipo apuntando con un arma. Mi impulso fue automático: le tapé la cara a Octavio. El enemigo disparó y Octavio disparó al mismo tiempo. Ambas balas acertaron y mi dedo no sirvió de escudo. Octavio no vivió para contarlo pero me dieron la medalla al mérito por mi valor.

III. Esta es la historia que quiero que sea

Estaba en mi alberca, en el agua fría. No debía sentirse así. No pagué esa caldera ultramoderna para estarme congelando. Llamé al mayordomo, Jaime, para que revisara qué estaba mal. Se me va el sol de verano, le dije. En seguida veo qué pasa, señora. Fue al cuartito del fondo. Ahí está la calefacción. De repente, un grito. Corrí a ver qué sucedía y me encontré a Jaime tirado convulsionándose. Todavía peor: su corbata estaba atorada y lo ahorcaba. Intenté destrabarla y, no me preguntes cómo, mi pobre dedo anular se atoró adentro de la caldera.

Los doctores hicieron lo posible por salvarlo. Todos ellos eran muy amables y guapos. Mi cuarto de hospital olía a lavanda. Rápidamente acepté la pérdida. Mi esposo John me dejó cuando salí del hospital, pero les aseguro que estuvo bien. Me di cuenta de que sólo me quería por mi belleza. En cambio, Jaime me fue a ver diario al hospital. Así entendí lo que era el verdadero amor. Ahora estamos felizmente casados y nadamos juntos en esa misma alberca que nos unió.

I. Esta es la historia verdadera

A mi dedo anular se lo robó una máquina. Estaba prensando unos tubos de pasta de dientes. Llevaba un rato queriendo ir al baño pero no había ido porque no estaba Mari, que es la supervisora que de repente hace paro. Ya no aguantaba más y me distraje. Se me pasó tantito el dedo y luego me jaloneé. Mi tirón empeoró todo. El dedo me quedó machacado hasta la mitad. Ahí, colgado como pedazo de bolillo con mermelada, estaba un pedazo de mi cuerpo. Lo último que recuerdo es que me hice en los pantalones. Luego me desmayé y desperté en el hospital. Todavía le dije a uno de los doctores que me lo volviera a poner bien. Nada más se rio.

Y te fue bien, dijo el otro supervisor, el que no era bueno, cuando volví tres días después al trabajo. Pues sí, me fue bien, pudo ser el pulgar o la mano entera.

IV. Esta es la historia que le cuento a la gente

Perdí el dedo en el año 2014 en un enfrentamiento armado. Estaba comiendo en La fonda D’Rosa cuando un narquillo entró con toda pirotecnia a llevarse a la hija de Lulú. La chamaca no tenía más de quince años. Una niña bien mona. Nadie reaccionó de inmediato porque ya nos la sabemos. Se pone muy mal todo cuando alguien dice algo. No sé qué se me metió pero, en vez de quedarme sentadita y mirar para otro lado, me paré de un brinco y desafié al narquillo. El tipo se rio nada más de verme, así, toda chaparra y flaca. Le dije que lo retaba a un duelo y se rio todavía más. Yo creo que nomás por diversión me dijo que sí. Ni él ni yo sabíamos qué hacer porque un duelo yo me lo imaginaba con espadas y él con pistolas, y yo no tenía una. Me dio al final un arma y no pusimos cara a cara. La verdad es que rajé. Ya que lo tuve de frente con su sonrisota burlona, se me cayó la pistola. Y pum, que se detona con la caída, directo hacia mi mano. Había sangre por todas partes. Se me hace que me vio tan tonta, porque me volé solita el dedo, que me quiso dejar viva.

V. Esta es la historia que cuenta la gente

Pedro tiene mala fama. Es ese tipo de borracho que sale a buscar pelea. Aunque ya todos saben qué quiere, y lo evaden, él siempre lo logra. Un domingo se topó a Mariana con Luis. Aunque ya tenía más de un año que terminaron, él como que no la superaba. Que se acerca encabronado hacia ella y la agarra de las greñas. Luis no sabe qué hacer, y se le lanza encima sin pensar. Un hombresote como Pedro no se tumba así. Soltó a la Mariana y empezó a romperle todo el hocico a Luis. Iba bien, pero en eso que llega Mariana con un tubo y le da en la espalda bien duro. Hasta se escuchó el retumbado del madrazo que se metió en la caída. Mariana y Luis se fueron cantando victoria. Pero pues no, en castigo, ese mismo día en la noche, el cabrón de Pedro se metió a la casa de Mariana y le cortó el dedo donde llevaba un anillo nuevo, el de compromiso. Luis sabía que era el siguiente y que seguro iba a perder más que un dedo. Se peló de acá. Dicen que se fue pal gabacho. Mariana nunca volvió a ser la misma desde que la dejó.

VI. La historia que quedó

Ahora a veces juego a clavar un cuchillo afilado entre todos los dedos, cada vez más rápido. Me gusta ver cómo los niños se asustan cuando me doy en el dedo anular, y cómo se les quita el susto cuando se dan cuenta de que es falso, sólo un dedo de látex, de disfraz de Halloween.

Aura García-Junco

Ciudad de México, 1988. Estudió Letras Clásicas en la UNAM. En el año 2014 fue becaria del FONCA en el área de cuento y actualmente es becaria en la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de narrativa.

MasCultura 18-mayo-17