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DeMente: El Laberinto de las religiones

En la mayoría de las ocasiones las creencias religiosas son heredadas, y para el momento en el que somos adultos o un poco más conscientes, ya hemos tenido una dosis suficiente de programación, la cual nos tomará tiempo remplazar o liberarnos de ella.

La verdadera intención de la religión originalmente era —o es— facilitar la conexión con lo divino. No dije Dios, Mahoma, Buda: con lo divino, y guiarnos en nuestro despertar espiritual. Lamentablemente muy pocas religiones lo logran, porque se van mezclando con temas contrarios a lo que profesan: poder, dominio y delimitación del ser. Si consiguieran realmente lo que pregonan, me parece que el mundo sería en este momento catártico un lugar diferente, y con la claridad de nuestra misión de vida, con un proceso de sanación equilibrado y una mejor construcción de vida.

El joven filósofo alemán Markus Gabriel sostiene que el mundo no existe, y en cambio todo lo demás sí. Lo que niega es la existencia de un todo que debería incluirse a sí mismo. Existe un sujeto que percibe una realidad formada de objetos y hechos que no constituyen una unidad interrelacionada: “El mundo es el ámbito de todo lo que simplemente existe sin nuestra intervención y que nos incluye”, dice en su libro Por qué no existe el mundo, y agrega: “Para comprender por qué no existe el mundo debe entenderse primero qué significa que exista algo. Sólo existe algo cuando acontece en el mundo. Cómo podría haber algo si no es en el mundo, si por ello entendemos precisamente la totalidad, el ámbito en el que ocurre todo lo que ocurre”. Si nos liberamos de la configuración del mundo según las religiones, experimentaríamos una libertad ilimitada para poder crear nuevos campos de sentido para la vida. No existe el bien no existe el mal. Uno es el creador de todo.

Recordemos que para trazar nuestro propio camino hay que liquidar todo lo conocido, haciendo una venta de garaje de todo lo que no sirve: escuela elitista, te regreso el miedo de ser diferente; maestro de la universidad, te devuelvo tu miedo a seguir mis sueños y a morirme de hambre intentándolos; primera ex pareja, te regreso tu indiferencia y tu depresión; papá, te regalo tu ausencia; y a mí misma me perdono por no escucharme. ¿En qué momento nos podemos abrir el espacio para la nueva semilla? ¿Cuando ya nos caímos? ¿Cuando tenemos cuarenta años y nos hemos abandonado de igual forma que a nuestra pasión, nuestros sueños, nuestro cuerpo?

Si supieras que todas las respuestas que buscas están en el centro de un laberinto, que lo único que te aleja son las construcciones de tu propio mundo y que la única manera de llegar allí es por medio de la expansión de tu conocimiento, ¿lo intentarías? ¿Te atreverías a ver con el corazón? ¿Cambiarías tus modus vivendi? ¿Decidirías ser congruente contigo mismo? La religión sabe cómo llamar a un fiel lleno de miedo y confusión, dándole su versión reconfortante de lo que es la vida, junto con una versión falsa de seguridad. Así logra crear el discurso mejor vendido, y expandir este negocio al conseguir que los que buscan respuestas en el autoconocimiento, en el hoyo del conejo, se terminen alejando de ellos mismos. Ningún atajo es bueno en la vida. Vinimos a aprender a vivir, a anotar en nuestro cuaderno personal lo que es la vida, lo que es la espiritualidad, lo que para uno es lo divino.

Todos contamos con un GPS espiritual, nadie está solo, el mundo es perfecto entre más lo desnudemos.

¿Sacrificar tu poder para tener salvación?

Lo que tantos filósofos y gente espiritual desean vociferar a las generaciones aun atadas a esta ilusión es que las religiones, el gobierno y las marcas de empresas, etc., nos programan y dictan: de dónde vienes, dónde estamos, hacia dónde vamos. En el proceso usurpan tu poder, te venden que necesitas a un intermediario para hablar con tu ser interno, con Dios, o lo que desees creer. El boleto de oro es quitarnos nuestra responsabilidad de lo que es la vida, poniéndola en sus hombros y dictando que si algo negativo sucede, es porque hay una fuerza llamada mal que todo lo acecha. Al final todos terminan colaborando para que la masa de miedo crezca. Lo que más se teme, más se atrae, porque ocupa más espacio en nuestra mente, pesa más que lo que se desea. Dejemos de regalar aquello que nos puede salvar: el deseo de encontrarnos a nosotros mismos. Bien dijo Gandhi que Dios no tenía una religión, y de eso se trata: de desnudarlo todo para llegar a lo que creemos que es la verdad; a vivir según nuestro corazón lo dicte, a liberarnos de la culpa, del miedo, de la ilusión que a muchos les conviene crear.

Si partimos del conocimiento de que el Universo es mental, no esperes a que las cosas sucedan según te dijeron que ocurrirían: ¡provoca que las cosas sean como tú ya las pensaste, las deseaste, las dijiste y las estás ejecutando! Canta tus deseos y hazlos realidad, ahora más que nunca. No queda mucho tiempo. Aprendamos a vivir.

Por Yara Vidal

MasCultura 13-feb-2017