Gaël Faye: de músico a autor de uno de los libros más entrañables del año

De entrada, les tenemos que decir que Gaël Faye es un músico bastante talentoso. Originario de la República de Burundí, aquí pueden encontrar su música en Spotify.

Pero el talento de Gaël Faye se extiende más allá y por eso, ahora les hablamos de su libro Pequeño País (Salamandra). Básicamente se trata de uno de los libros más entrañables del año, por lo que no se lo pueden perder.

Cabe mencionar que en esta novela, podrán encontrar algo de Esperando a mister Bojangles de Oliver Bourdeaut. Esto por el tono en el que está contada. Sin embargo, lo más destacado del libro es que Gaël Faye tiene la capacidad de contar la historia de todo un país a través de la historia de un par de personajes.

| Aquí puedes conseguir el libro |

Sin duda, al final de Pequeño País la piel se les pondrá la piel chinita. Misma sensación que tendrán al leer la carta que Gaël Faye le escribió a un amigo de la infancia para contarle de su libro:

Querido Gino:

Imagínate, he escrito una novela. Es la primera vez. Normalmente escribo canciones, es más rápido y puede bailarse con ellas. Sin embargo, con el tiempo me he dado cuenta de que mis canciones no dicen lo suficiente. Se quedan en la superficie. Debe de ser una cuestión de formato. De ahí me vino la idea de la novela. Hace mucho tiempo que me rondaba por la cabeza recrear los años que vivimos juntos, en Burundi, en ese pedazo del África Central colgado en las alturas. Contar aquella época, no a partir de mis recuerdos, que son vagos e imprecisos, sino de los sueños que sigo teniendo con ese país que ya no existe. Mi idea era no sólo imaginar personajes, hacer revivir nuestros territorios de la infancia, nuestras caminatas a las chozas de los pigmeos o por la orilla del río Muha, nuestras cabañas en los ficus y nuestros partidos de fútbol, sino también las cuestiones que sacudían nuestra indiferencia.

Si un día lees mi novela, algunos de sus protagonistas quizá te hagan recordar a personas que conociste y ciertas escenas del relato te hagan rememorar momentos que viviste.

Con todo, lo que más te interesará, así lo espero, es el ambiente que he querido reconstruir. Ese algo impalpable que ningún artículo de prensa, reportaje o libro de historia puede restituir y que acabará desapareciendo con nosotros si no lo contamos. Intentar comunicar algo de nuestros impulsos, nuestro aliento suspendido, nuestros pensamientos profundos, las risas compartidas y los llantos contenidos, y nuestra historia sencilla, la de una panda de niños felices, bulliciosos, ocupados en pasarlo en grande en un callejón de Buyumbura… hasta que la Historia con mayúscula lo derribó todo. De entrada, el golpe de Estado y el asesinato del presidente de Burundi, en octubre de 1993, que señaló el comienzo de la guerra y el fin de nuestra inocencia; luego, el genocidio de los tutsis en el país vecino, Ruanda, en el que perecieron nuestras familias. Y cómo se inflamó toda la región de los Grandes Lagos.

Rememoro, por supuesto, esas horas oscuras, terribles. Las que por su gravedad engullen todo lo demás, las que siguen estando de actualidad y alimentan la imagen de África, siempre asociada a la guerra, al hambre, a genocidios y a enfermedades… Sin embargo, hablo primero de nuestra felicidad fugaz, de los instantes dichosos, discretos como las hijas de buenas familias: el perfume de la citronela en las calles, los paseos nocturnos junto a las buganvillas, las siestas por la tarde al amparo de los mosquiteros agujereados, las conversaciones fútiles en el bar, sentadossobre una caja de cervezas, las risas bajo los aguacates, tumbados sobre una estera, comiendo mangos verdes con picante, el nombre del perro de la vecina, los scouts de los domingos, las termitas siempre que había tormenta, los jacarandás en flor por todoel bulevar, las chicas que besábamos…

Te darás cuenta de que he escrito esta novela para que surja un mundo olvidado, con sus sabores, sus colores y sus olores; para gritar a los cuatro vientos que hemos existido, con nuestras vidas sencillas, nuestras rutinas y nuestro aburrimiento, que teníamos una felicidad que sólo aspiraba a mantenerse, antes de ser expedidos a cada rincón del mundo y convertirnos en una panda de exiliados, refugiados, inmigrantes, migrantes.

He escrito para contar nuestras tragedias, pero también los días luminosos que las precedieron. He escrito para hablar del pasado y entender el presente. He escrito para nosotros.

¿Y sabes lo mejor, Gino?

Quizá esta historia, amigo, no sea solamente la nuestra.