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“Las sombras de Quirke”, de Benjamin Black

Benjamin Black desde muy joven supo que quería ser escritor. Estudió en una escuela de los Hermanos Cristianos y en el colegio católico de San Pedro de Wexford. En lugar de ingresar en la universidad, prefirió comenzar a trabajar y lo hizo en la compañía aérea Aer Lingus, que le permitía viajar por el mundo. Más tarde diría irónicamente de esta decisión: “Un gran error. Debería haber ido a la universidad. Lamento no haber tomado esos cuatro años de emborracharse y enamorarse. Pero quería irme de mi familia. Quería ser libre”.
Cuando regresó a Irlanda después de haber vivido en Estados Unidos en 1968 y 1969, se convirtió en periodista y entró a trabajar en el diario The Irish Press, donde llegó a ser subeditor jefe. Cuando este periódico desapareció en 1995, pasó al The Irish Times. Es colaborador habitual de The New York Review of Books.

Publicó su primer libro en 1970, una recopilación de relatos titulada Long Lankin, a la que seguiría una serie de novelas, la primera de ellas Nightspawn que salió al año siguiente. Después vinieron Birchwood (1973), la llamada Trilogía de las revoluciones —compuesta por Copérnico (1976), Kepler (1981) y La carta de Newton (1982)— y cerca de una docena de novelas más, entre las que destacan El libro de las pruebas (1989), finalista del Premio Booker) y El mar (2005), que ganó el preciado galardón. Banville es conocido por el estilo preciso de su prosa. Su ingenio y su humor negro muestran la influencia de Nabokov.

El maestro irlandés y Premio Príncipe de Asturias sorprende con la mejor entrega de Black hasta la fecha. La séptima entrega, Las sombras de Quirke, es tan magnífica como de costumbre. Si aún no ha conocido a Quirke, un patólogo alcohólico, prepárese para darse un atracón con los seis primeros y leérselos de golpe para poder echarle el guante a este. Isabella Biedenharn, Entertainment Weekly Incapaz de guardar reposo pese a sus alucinaciones y desvanecimientos, Quirke regresa al trabajo en la morgue de Dublín. Es a él a quien llaman cuando aparece un cuerpo en el interior de un coche calcinado: todo apunta al suicidio de un funcionario advenedizo, pero Quirke no puede quitarse de la cabeza la sospecha de que algo no encaja. La única testigo se ha esfumado, han borrado todo rastro de ella. Al reunir las piezas de su desaparición, el patólogo se ve atraído hacia las sombras del universo de las élites dublinesas: sociedades secretas y política eclesiástica de altos vuelos, políticos corruptos y hombres con mucho dinero que perder. Mientras la psicoanalista austriaca Evelyn Blake entra en su vida y en su corazón, la pista acaba por llevar a Quirke hacia su propia familia, y pasado y presente entran en colisión. Los crímenes de antaño han de permanecer ocultos, y Quirke ha agitado la telaraña.

Las sombras de Quirke

“Las putas ya están allí, una media docena la mayor con el bastón, que llevaba en el negocio desde que él vivía allí, y dos jovencitas, vestidas de negro y tan flacas como cuervos, que deberían de ser nuevas”.

“Ballytubber era uno de esos pueblos costeros sin razones aparentes para alzarse donde están o incluso para existir. Se encontraba situado en el interior, a unos diecisiete kilómetros del mar, en un pliegue entre colinas arenosas donde dormitaba tranquilamente. Ninguna carretera importante pasaba por allí, ni siquiera cerca. No se hallaba de camino a ninguna parte, excepto un par de pueblos similares”.

Las sombras de Quirke / Benjamin Black

MasCultura 23-05-17