Maquinaria panamericana: el estado de salud de los trabajadores.

Un año después de haber obtenido el Premio Mezcal en el Festival de Cine en Guadalajara y el premio al mejor largometraje mexicano en el Festival de Guanajuato, la opera prima del cineasta mexicano Joaquín del Paso, Maquinaria Panamericana, llega a las pantallas tanto de la Cineteca Nacional como de algunas salas comerciales con una propuesta que mezcla en atinadas dosis la comedia negra, el surrealismo “Godínez” y la idiosincrasia mexicana, con el fin de hablar de uno de los sectores menos populares de la cinematografía nacional: la clase trabajadora.

Los empleados de una compañía de maquinaria para la construcción tendrán que enfrentar el desamparo laboral tras la muerte de su jefe, pues hasta ese momento se enteran de que la empresa estaba en quiebra desde hace algunos años y su salario era cubierto con el dinero del difunto. En un intento por salvar el legado de su patrón, los empleados se encierran en las instalaciones de la compañía para evitar el futuro desalojo y buscar una solución a su problema. Muy pronto la convivencia entre los empleados se transforma en un absurdo carnaval de situaciones en el que salen a relucir el inventario de secretos familiares, los vacíos emocionales y las crisis profesionales del personal entre innumerables pilas de archivos.

Maquinaria Panamericana es una comedia de tintes surrealistas que, retomando los clichés de oficina —pasteles de cumpleaños al lado de la fotocopiadora, escritorios decorados al gusto rimbombante de las secretarias— hace una metáfora del estado de salud de la clase trabajadora en el país. Estereotipos que tampoco dejan de ser ciertos, pero que aquí evocan un espíritu aletargado, estancado en un pasado que se rehúsa a aceptar su fin. Huérfanos de un sistema económico igual de muerto que don Alejandro, esa clase en decadencia fue alguna vez el reflejo del progreso empresarial que siempre tuvo la intención de alcanzar el éxito pero nunca lo hizo. Ilusiones de capital variable que en su nombre pretendían trascender lo nacional y se presumían internacionales, pero que en la realidad nunca pasaron del ámbito regional. No son gratuitas las imágenes de archivo de la empresa ficticia, pues constituyen el recuerdo de prosperidad bajo el cual sigue operando neciamente. En Maquinaria Panamericana no existe el futuro, nunca lo hizo; el pasado es el tiempo presente.

Así como Luis Buñuel se divertía encerrando a un grupo de burgueses dentro de una opulenta residencia en El ángel exterminador (1962), Joaquín del Paso coloca a este grupo de trabajadores dentro de su compañía sin posibilidades de salir. Pero a diferencia de los personajes de la primera película, los trabajadores de Maquinaria Panamericana son presos voluntarios. Están atrapados en su “proceso de duelo”, en la negación de la muerte de su jefe, de la ruina de su empresa, del fantasma de su jubilación, de toda aspiración más allá del escritorio. Son presos del reloj checador, del saco bien puesto y la corbata bien amarrada. Y aunque la puerta siempre ha estado abierta y no pagan horas extra, los empleados son fieles a su desesperanza laboral.

D: Joaquín del Paso. G: Joaquín del Paso y Lucy Pawlak. F en C: Fredrik Olsson. M: Christian Paris. Con: Javier Zaragoza (Jesús Carlos), Ramiro Orozco (Ignacio), Irene Ramírez (Soledad), Edmundo Mosqueira (Celestino), Delfino López (Delfino), Cecilia García (Juanita). CP: Amondo Films, Black Maria, Mantarraya Producciones, imcine. Prod: Joaquín del Paso, Susana Bernal y Jaime Romandía. México-Polonia, 2016, 86 min.

Por Israel Ruiz Arreola @wachitou

MasCultura 27-Jun-17