Letras de cambio

Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta”. Albert Camus

Si nos apegamos a la definición que hace la Real Academia Española del término disidente, podemos concluir que han sido muchos los autores que se separan de la doctrina, creencia o conducta común.

Determinar si esta exclusión es voluntaria o padecida como consecuencia de una discrepancia en las opiniones más generalizadas, ha sido material para escritores como Dostoievksi, Camus, Sartre o Hesse, entre otros.

Los une la crítica contra los individuos apáticos, carentes de pasión, de sueños y de motivos, y la determinación de que a pesar del sinsentido de la existencia, lo único que la hace llevadera es la reflexión sobre cuestiones últimas y la fuerza para defender una idea.

En la Generación Beat, de los Estados Unidos de la posguerra, el término en inglés quería decir “derrotado, marginado, pero cargado de convicción”. Uno de sus máximos representantes, Jack Kerouac, enfrenta dos estilos de budismo en Los vagabundos del Dharma, desarrollando una combinación que podría ser considerada precursora de los movimientos New Age; de hipster, que fue la palabra que se usó para describir la subcultura beatnik, derivó hippie, ideología caracterizada por libertaria y pacifista, y es precisamente en los años sesenta cuando surgen colectivos en defensa de la Tierra, y se empieza a considerar el valor de los animales como individuos sintientes.

Isaac Bashevis Singer, ganador del Premio Nobel en 1978, y quien en su novela Enemies, a Love Story (Enemigos. Una historia de amor), hace una analogía entre el holocausto nazi y el que perpetramos diariamente contra los animales en las granjas factoría. Después de recibir el galardón dijo: “Siento que los animales tienen el mismo desconcierto que nosotros, aunque no lo expresen con palabras.

Diría que toda forma de vida se pregunta: ‘¿Qué hago aquí?’”. Décadas posteriores, J. M. Coetzee, Nobel en 2003, en novelas como Desgracia, La vida de los animales y Elizabeth Costello hace una clara vinculación entre el apartheid y el especismo, es decir, la discriminación en función de la especie.

El colombiano Fernando Vallejo ha donado varios de sus premios literarios a refugios de perros, y en muchos de sus textos critica duramente el que la Iglesia católica solape —entre otras cosas— las corridas de toros. Quizá el concepto que tenemos de disidente es la imagen del poeta o la del escritor, pues quien escribe para complacer a lo establecido, no tiene mucho valor. La literatura puede ser una forma de activismo: la palabra como herramienta para cambiar el mundo, uno del que no queramos escapar, sino disfrutarlo, haciendo el menor daño posible.

@leonoraesquivel

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MasCultura 05-abril-17