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Las memorias de Moby

Moby, tomando como referencia uno de sus temas más icónicos y célebres, la editorial Sexto Piso acaba de publicar hoy mismo en español las memorias de uno de los músicos más influyentes de la última década. Porcelain es la vida de Moby en el Nueva York de la década de los 90. Un retrato de una época en una de las ciudades más exclusivas, caras y elitistas del mundo desde el prisma de un artista de éxito y con pocos pelos en la lengua. Un libro cargado de humor socarrón de un tipo que vivió en aquella época su etapa de oro como músico neoyorquino.

Una forma de seguir la ilustre estirpe familiar. Ya que su bisabuelo es el ilustrísimo Herman Melville, autor del conocido relato Moby Dick, libro del que tomó su nombre artístico.

“Hace unos años, estaba en una fiesta en Brooklyn y conté una historia que hablaba de Nueva York en 1989. Los viales de crack vacíos en los andenes del metro, las fiestas rave en sótanos desiertos y almacenes abandonados, las prostitutas que se abrían paso entre la sangre y las vísceras en el Meat Packing District, y los lofts en alquiler por 500 dólares al mes… Conté algunas historias más de cuando empecé a grabar discos, de cómo devolvía latas y botellas para conseguir dinero para comer, de la ruinosa fábrica en la que vivía sin aseo ni agua corriente, y de cómo pensaba que mi carrera como músico se había terminado justo antes de que saliera Play. Me sentía un poco como el abuelo Simpson, contando batallitas sobre los disfuncionales días de gloria de Nueva York antes de que iniciara su descenso hasta la incomprensible opulencia. Y después de haber contado unas pocas historias, alguien dijo: «Deberías escribir un libro». Y eso fue lo que hice.”

PORCELAIN

36. MILES DE CHAMARRAS DE CUERO

“Un sábado. Llegue borracho a casa. Eran las cuatro de la madrugada y, para recordarme que Sarah y yo estábamos separados al cien por ciento, puse Damaged, de Black Flag, tomé un plumón negro y empecé a escribir NO LA LLAMES en la puerta de mi casa. Los primeros NO LA LLAMES los escribí en letras enormes en el centro de la puerta, pero la letra se volvió más pequeña a partir de la decimotercera frase. Acabe tumbado en el suelo y escribiendo en la base de la puerta, para asegurarme de que quedaba absolutamente cubierta.
Cuando terminé, me levante y contemplé mi obra. Tenía los dedos llenos de tinta, y una puerta de arriba abajo con más de cien NO LA LLAMES. Sarah y yo habíamos roto. Ella se acostaba con Matt, un chico de veintiún años cool y atractivo que trabajaba en la tienda de comida sana donde solíamos comparar las lentejas. Y yo estaba celoso”

MasCultura 11-abril-17