Reseña de película: Matar un ruiseñor

Un abogado sureño se enfrenta a todo tipo de estigmas sociales, las leyes no se aplican igual a todas las personas, las injusticias que parecerían vivir sólo en la ficción dramáticamente son parte de nuestra realidad.

Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que pelea firmemente por la defensa de Tom Robinson (Brock Peters), un hombre de color acusado injustamente de violar a una mujer blanca; en el proceso el abogado y su familia tendrán que soportar un sin fin de infamias con tal de perseguir sus ideales, en este caso, la justicia.

Matar un ruiseñor (Estados Unidos, 1962) es un clásico de la cinematografía mundial llevado al cine basándose en la novela homónima de la escritora Harper Lee, es extraño pensar en lo poco que ha cambiado la vida desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días, donde la lucha por una igualdad, ya sea de color o clase social, se tiene que enfrentar a diario.

Con un reparto multiestelar comandado por Gregory Peck y un muy joven Robert Duvall, este filme muestra que no es necesario contar con un presupuesto abultado ni efectos especiales espectaculares, técnicamente esta es una típica película de la época, pero lo que la hace única es la gran historia que cuenta.

Con un tema atemporal e imperecedero como lo es la búsqueda de la justicia, Matar un ruiseñor debería de ser un material obligatorio en las escuelas ya sea en película o en novela.

Ganadora de tres premios de la academia incluyendo mejor actor protagónico.

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