Teatro para viajar

Ir al teatro es una actividad que nos permite viajar a otros tiempos y latitudes desde la comodidad de una butaca. Una tarde en el teatro es una experiencia que no se olvida tan fácil, pues el ambiente de la puesta en escena contiene elementos de evocación que nos hacen revivir situaciones de la vida cotidiana, involucrándonos con la trama al punto de provocar risas o llanto. Los actores en escena representan una vida paralela a la nuestra: se transforman, y con su interpretación convierten el teatro en mil lugares distintos antes de que caiga el telón.

Lo maravilloso de este género literario es que su magia no termina después de concluidos los aplausos del público, pues toda obra implica una puerta abierta que anima a visitar los lugares que inspiraron a los dramaturgos. Es interesante que las ciudades o espacios que funcionaron como musas del autor en cuestión, también queden marcadas por siempre por medio del imaginario de la obra.

Para los viajeros este leitmotiv puede ser una invitación a aventurarse a conocer ciertos destinos con tal de probar la curiosa sensación de estar viviendo una experiencia de fantasía. Por eso aquí se presentan tres famosas puestas en escena cuyos escenarios son también destinos turísticos que vale la pena conocer:

Romeo y Julieta, de William Shakespeare, fue publicada por primera vez en 1597. Tiene el récord de ser una de las obras más representadas y versionadas del mundo. De hecho, su primera edición impresa señaló que en su estreno teatral fue muy aplaudida. Esta trágica historia de amor tiene como sede la ciudad italiana de Verona que, desde la época del Renacimiento, fue una de las capitales monetarias de Europa, algo que seguramente influyó en el autor para ambientar aquí la riña entre las distinguidas familias Montesco y Capuleto. Aun cuando no haya fuentes que comprueben que Shakespeare conociera Verona, las páginas de su obra recrean las calles empedradas y estrechas de la ciudad, algunas de sus plazas principales y, por supuesto, la casa de Julieta.

En la actualidad miles de viajeros visitan una construcción datada en el siglo xii que perteneció a la familia Dal Capello, en la que se cree que vivió la verdadera Julieta. Se supone que desde el balcón de la casa, Julieta recibía las declaraciones de amor de Romeo. Ahora los visitantes pueden sumar su propia escena a esta obra, al dejar un mensaje romántico en un muro del edificio, o bien, colgando en la reja de entrada uno de los populares candados de amor o lovelocks para sellar un compromiso eterno, o tocando el pecho de la escultura de bronce que representa a Julieta para, según la leyenda, hallar el verdadero amor.

El Barbero de Sevilla es una ópera en dos actos con libreto de Cesare Sterbini y música de Gioachino Rossini, representada por primera vez en 1816, en Roma. Se basa en la comedia del mismo nombre escrita por PierreAugustin Beaumarchais, autor de la trilogía de Fígaro, la cual incluye otro éxito internacional: Las bodas de Fígaro

Algo chusco es que el día de su estreno ocurrieron tantos accidentes en escena, ora por parte de actores ora por músicos, que la representación causó un profundo rechazo. Su trama con toques bufonescos cuenta la historia de amor entre el conde de Almaviva y la joven Rosina, quien es también pretendida por su preceptor, Bartolo. Como ella corresponde los sentimientos del conde, hace confidente de su amor al barbero Fígaro, quien la ayuda a sortear los obstáculos que se interponen en su relación.

La historia tiene lugar en Sevilla, España, en el siglo xvii, y retrata la diversidad de habitantes que convivían en dicha ciudad como resultado de la interesante mezcla que hubo gracias a la presencia de los musulmanes en la Península Ibérica. Hoy los viajeros aficionados a la obra pueden apreciar este ambiente multicultural en la arquitectura estilo mudéjar que caracteriza a Sevilla. Así, por ejemplo, pueden organizar una ruta turística inspirada en la obra que incluya paradas en la Giralda, la Catedral, el Alcázar, el Archivo de Indias y, por supuesto, la Casa de Fígaro.

Mamma mia! es un musical con libreto de la británica Catherine Johnson, que aprovecha las canciones del grupo sueco ABBA para reconstruir las historias de amor de diferentes generaciones marcadas por dos personajes: Donna y su hija Sophie. Se estrenó en Londres —un destino ideal para viajeros amantes del teatro— en 1999, y desde entonces, ¡espectadores de más de cincuenta países distintos la han podido ver en vivo!

Aunque la trama se desarrolla en la isla griega ficticia Kalokairi, en 2008, cuando la obra fue adaptada para el cine, el rodaje se realizó en las islas de Skopelos —a media hora en avión de Atenas— y Skiathos, al noreste de Grecia. Algunos sitios emblemáticos que vale la pena visitar para revivir los mejores momentos del filme son la playa de Glysteri, escenario de la canción “Honey, Honey”, y la ermita de Agios Ioannis, donde se celebra la boda. De igual manera, en el itinerario de viaje no puede faltar el pequeño pueblo de Damouchari, que fue el set perfecto para rodar la coreografía de “Dancing Queen”. 

Por Ana Torres DINKtravelers.com

MasCultura  02-Jun-17